Una de las partes que más sufre el coche es su pintura. Al encontrarse siempre en contacto con el exterior y expuesta a sol y lluvia, padece desgastes poco a poco que hacen que éste vaya adquiriendo un aspecto cada vez más deteriorado.
Para que la pintura de tu coche esté siempre como nueva hay que tener en cuenta un buen lavado, es decir, se hace imprescindible limpiarlo con productos que no corroan la pintura del vehículo y que no puedan provocar óxido, el principal enemigo de la chapa del vehículo. Para ello, miraremos los componentes del producto utilizado o lo consultaremos en la tienda donde compremos. Además, para alargar la vida de la pintura, se hace muy recomendable utilizar abrillantadores y ceras que creen una capa protectora y aislante, añadiendo así calidad y brillo al color del coche.
Uno de los pasos más importantes a la hora de lavar el coche (se aconseja una vez al mes) es echar abundante agua para reblandecer toda la suciedad que pueda haber y no haya después necesidad de “rascar” las manchas. Empezaremos a lavar siempre primero por la parte baja del coche, es decir, por los neumáticos y guardabarros, que son las partes que más descuido de limpieza posee.
Seguidamente pasaremos a limpiar la carrocería por el techo hacia abajo, con una esponja blanda y con un champú que no contenga ácidos, como hemos dicho anteriormente. Una vez limpio el vehículo, optaremos por secarlo con un paño microfibras.
En cuanto a los cristales, aunque ya los hayamos secado anteriormente, es preferible usar un limpiacristales específico, que evitará la aparición de velos en el cristal y lo dejarán con un acabado conjunto impecable.
Algunas consideraciones a tener en cuenta es que, no debemos de lavarlo a pleno sol, ni intentar limpiarlo con un paño seco, ya que rallaríamos la pintura y la laca del coche. Si optamos por lavarlo a presión, y además, hay que tener en cuenta no ejercer ésta directamente sobre cerraduras y juntas, para evitar que se filtre agua dentro del mismo.